domingo, 6 de diciembre de 2015

Resaca


A veces beber de amor excediéndose no es nada bueno.
“¡Si cuanto más quieras mejor! ¡Ya verás que bien se siente enamorado!” –te dirán por ahí. Y es cierto. Vas a sentir el mayor subidón de tu vida. Solo querrás reírte, todo te importara poco y el tiempo pasara volando y te cederá sus alas. Siempre a mil por hora, con el viento en contra y las ganas de ir más rápido a favor. Incluso se te pondrán las mejillas coloradas. Vas a hacer el tonto y lo harás siendo feliz.
Pero claro. Luego se acaba la botella.
 Aún no es para tanto, aún están esas magnificas sensaciones a flor de piel. Aún tienes los pelos de punta y ese calor acogedor por todo el cuerpo… Cada vez más sutil… Al día siguiente, resaca.
Más te gustaría que solo fuera un dolor de cabeza. Ojala fuera tan fácil como vomitar y echar lo que por dentro te desgarra. Que presión en el pecho tan desagradable. Maldito frio en pleno agosto que me engarrota los nudillos. Es frustrante, esa es la palabra. Y que remedio, lloras.

Igual el amor no te destroza el hígado, pero si el corazón.

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