miércoles, 30 de septiembre de 2015

Su obra maestra

Se creó la mujer antes que el hombre. Desde el comienzo la tuvo en mente... Fue su creación favorita.
Aquel Dios infinito que nos olvida y se nos va olvidando hizo un mundo a prisa solo para ella.
Moldeó sus curvas al igual que hizo al levantar montañas; cogió prestadas dos estrellas del sin fin más lejano que nunca devolvería y le otorgó luz y fuerza en su mirada; Hasta le robo el canto a la luna para adornar su garganta. Y era perfecta. 
Se quedo ahí unos segundos (o milenios) observando su obra maestra. No sabia porqué pero había sentido la necesidad de crearla.
Siguió mirando y mirando, sin darse cuenta que, su soledad, se había enamorado de ella.
La adoraba.
Cada día inventaba tres nuevas flores a modo de regalo, y hacia de las fieras ternura cuando su mujer las encontraba.
La amaba. La amaba con toda la fuerza que puede querer el universo. Su existencia cobraba sentido cuando se la dedicaba a ella.
Pero quiso ir más allá. ¿Con qué podría obsequiarle?
Y a los siete días la mujer parió.
Le dio su don y amó a las criaturas que la elegida creaba, hasta que ellas mismas la menospreciaron, y él encolerizado, las abandonó... Tan dolido... tan ausente que en él mismo se perdió.




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